12:00 de la mañana de un sábado de Julio de 2.011, callejeando por las calles de Santiago con nuestras bicis, sorteando coches, peatones, pedaleando por las calles y las aceras en dirección a la Catedral, y de repente, una plaza, la del Obradoiro. Llena de gente, todo tipo de edades, razas, culturas. Muchos en el suelo con mochilas enormes, otros abrazándose, otros llorando. Pero todos muy felices. Sí, los rostros son de sufrimiento a la par que irradian una felicidad, que yo comprendo muy bien.

Son sentimientos placenteros. Y una sensación brutal de satisfacción con uno mismo. Porque sabes lo que ha costado llegar hasta allí.

Unos años antes hice el Camino, la vía de la Plata.  En esa ocasión la idea era montar en bici 6 días, pero no llegar a Santiago. Yo pensaba: “¡Qué mas da! ¡El caso es hacer deporte!”. Pero cuando llegué a Santiago y vi todas esas caras de sufrimiento y placer me di cuenta de cuán equivocado estaba.

Era la segunda vez que hacía el camino, éramos Miguel Ángel, Kike, Manu y Yo. Comenzamos en León con unas ganas enormes de pasarlo bien encima de la bici.

Y, de repente, el primer día, viento muy desagradable de cara, que te hacía retroceder, no avanzábamos. Decíamos: “¡Esto va a ser duro! ¡Nos lo tenemos que currar!” Después vendría la subida a la Cruz de ferro, la subida a O Cebreiro. ¡¡¡Qué subidita!!! Caminos de piedras con poca tracción, caídas, lluvia, lesiones, momentos de charla y momentos de silencio, de pensamiento, momentos individuales…de todo.

Van pasando los días y el despertador es una pesadilla, te montas en la bici, y el culo te duele por todos lados…Y, como no, la lucha con tu cabeza, a la vez que tus piernas te dicen que hay que parar… Pero tu mente, tus compañeros, los caminantes, las familias, el ambiente, te absorbe, te engancha como una droga, te motiva a seguir. ¡Disfrutas como un auténtico enano!

Atraviesas pueblos medievales con una belleza que solo ves en las películas, puentes, ríos, montañas, monasterios, Iglesias. Sorprende y agradeces la hospitalidad de los autóctonos. Te paras mil veces para disfrutar de los paisajes y haces fotos, con la cámara, sí, pero sobre todo fotos mentales, las que se quedan en tu disco duro del cerebro.

Y lo que hace más grandioso el Camino es la confianza, la amistad, los diálogos, las vivencias que se comparten en el grupo, y con gente de otros lugares. Todo  te transporta a un viaje inolvidable.

Como he dicho antes, llegar a Santiago, a la Plaza del Obradoiro después de varios días de bici a la espalda…Tienes que vivirlo y sentirlo.

Merece la pena los días de bici, las semanas previas de la organización, el viaje en coche hasta tan lejos, la preparación por las rutas de Sevilla, Huelva y Cádiz.

Como digo, las satisfacciones que te da hacer el Camino y llegar a Santiago recompensan con creces todos los sacrificios que requieren, que son muchos. Así que esta experiencia vívela, que no te la cuenten. Yo, por supuesto, la repetiré, ¡¡Seguro!! Y recuerda: Buen Camino

Aaaadiós

Foto Portada: Javier Galán
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About Author

La vida hay que verla desde el lado positivo y optimista, por eso siempre busco todas las oportunidades que nos ofrece nuestro día a día, ya que una persona con ganas e ilusión consigue sus metas en la vida. Soy una persona extrovertida, que disfruta viajando y conociendo nuevas culturas. Me encanta jugar al tenis, correr, hacer senderismo y he hecho 2 veces el Camino de Santiago en bicicleta de montaña.

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